Vuelvo a pensar.

Por un momento, vuelvo a pensar en el alcohol. En la lluvia, en la noche, y en la posibilidad de que, por un casual, una casualidad, se mezclen. En un instante; una escalera. Y todo se esfuma. Todo se va. De golpe, a las tantas de la madrugada. Sin una palabra, ni un segundo para decir nada. Ni un aliento o respiro. Como si nunca hubiese existido. Como si cada recuerdo desapareciese entre la niebla y nunca más se supiese de él.

Y, de repente, una noticia te cambia la vida. No sabes qué pensar, qué hacer ni cómo sentirst. Tienes que ser fuerte, pero no te lo crees ni tú. Y no puedes dormir, pensando en la lluvia y en el día que te queda por delante. Porque, sabes, será el peor día de tu vida.

Y te derrumbas ya por la noche, en un único punto de apoyo, porque no puedes más. Porque, a veces, te cansas de ser fuerte. Te derrumbas. Y lloras. Lloras de verdad, por todo. Odias la lluvia, y la noche, las dos únicas cosas que desde siempre te han gustado... las odias. Por un día, por un instante... Llegas a odiarlas. La vida está llena de instantes.

Y, con el tiempo, vas odiando tambien el alcohol, y todos los problemas que causa, los que pudo causar. Y el tabaco. Y todos esos vicios "malos" que solo causan problemas, y que, a lo mejor, fueron, en parte, la causa de ese día.


Lo que puede llegar a hacer un capítulo de Cómo conocí a vuestra madre.

"Adiós, papá."

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