En qué laberintos se extraviaban los sentimientos de los hombres y de las mujeres, en virtud de qué ley se convertían alternativamente en
ángeles y ejecutores, en
verdugos y víctimas los unos de los otros, monótonamente,
sin aprendizaje ni descanso, sin que les sirviera de nada la experiencia del dolor ni los desalentara nunca por completo
la repetición del fracaso.
Fragmento del libro "Plenilunio", de Antonio Muñóz Molina
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