El mar le cantaba una nana a la playa cuando ella se sentó sobre la arena, flexionando las rodillas para abrazarlas con sus manos. La arena estaba fría bajo su piel. Cuando empezaba a estremecerse, unos brazos cálidos le rodearon y acunaron su frágil cuerpo.
-¿Estás bien?
Sabía que le iba a preguntar eso. Y también que le iba a mentir.
-Sí -musitó-. ¿Sabes? Creo que el mar ama a la tierra. Le abraza eternamente, y le susurra canciones al oído. Creo que está enamorado de ella.
Una sonrisa furtiva afloró por los labios del chico. Sí, eso hacía el mar.
-Tienes razón. Pero sin embargo, la tierra no comparte ese sentimiento -murmuró con voz aterciopelada, mientras respiraba el aroma de sus cabellos.
Su amiga negó con la cabeza de forma casi imperceptible, pero él lo notó, pues tenía la mejilla apoyada en ella
-¿Cómo sabes que no le corresponde?-pregunto ella
-¿Alguna vez has visto a la tierra molestarse por devolverle el beso? ¿Moverse para acariciarle? Ella le rechaza continuamente con su silencio, a pesar de que él siempre estuvo a su lado
Al principio no supo qué contestar, pero su mente se envaró cuando él volvió a acunarle sobre su pecho con suavidad.
-¿Y cómo puedes estar seguro de que no lo intenta? ¿Cómo puedes saber si ella no deja de pensar en él, si a cada minuto que pasa sufre un dolor desgarrador por no poder abrazarle? Tal vez piensa que no es suficiente para él. Tal vez intenta con todas sus fuerzas besarle, decírselo, hacer algo. Tal vez cree que es más fácil dejarse acariciar. Pero no puedes asegurar que ella no tenga su canción en el corazón, no puedes afirmar que no le ama. Porque lo cierto es que le ama locamente, así ama la tierra al mar.
Los brazos de su amigo le apretaron un poco más contra sí, para que no se diera cuenta de que estaba llorando detrás de su prolongado silencio. Pero le conocía demasiado bien.
-Entonces... -dijo con un hilo de su voz rota- ¿Por qué no hace nada? ¿Por qué deja que él se embargue en la tristeza de la incertidumbre, en la melancolía de su fracaso?
-Puede que... ella tema perderlo. Puede que, ante esa perspectiva, la tierra prefiera conformarse con escuchar su canción todas las noches. Puede que se conforme con ser abrazada aunque se muera por abrazarle. Puede que crea que eso es mil veces mejor que nada.
En ese momento, el abrazo se hizo más intenso, pero no era opresivo, ni agobiante. Era dulce, más dulce que cualquier otra cosa.
-Ella jamás lo perderá. Yo no puedo alejarme de ti. Es imposible que el mar se aleje de la tierra.Sonrieron abiertamente. Porque, para entonces, ni un terremoto ni una ola gigante podrían deshacer ese abrazo
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